jueves, 23 de febrero de 2012
Danzando en la tormenta interminable
Yo también fui un pedazo de carne,
Yendo todos los días al matadero.
Entregando mi vida y mi corazón
Por un puñado de billetes.
También morí,
Cada día con sus noches.
Y mi alma prostituida agonizaba.
Hasta que me fui perdiendo en el ocaso
Y todo se hizo noche.
Ya no hubo ningún amor
Que me salve
Y llego la muerte
Con sus garras
A arrebatarme lo que quedaba.
Y me sentí desnudo
Danzando en la tormenta interminable.
Solo me quedaba
Un recuerdo
Y un ínfimo pedazo
De conciencia
Y con mi fe
Y con dos monedas.
Comencé de vuelta.
Bese a la vida en la boca
Aunque no le crea.
Todavía quedan por vivir cosas
Buenas.
De esas que se construyen día tras día.
Con la gente que aun nos queda.
Y la que llega.
Ya cansada de inmolarse.
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